18 ago 2009

LA GENERACION NI - NI ¿Qué es?


“Me levanto, toco la guitarra, después desayuno; si tengo que trabajar, me ocupo de esa obligación; hago la limpieza del hogar y me baño, escucho música, salgo a caminar por el barrio, almuerzo, escribo, tomo nota de la vida misma, consumo algún estupefaciente, me acuesto a dormir”, escribe un chico acerca de cómo es un día cualquiera de su vida. Se trata de uno de los 900 mil jóvenes de la llamada generación ni-ni: jóvenes que ni estudian, ni trabajan, ni buscan empleo. En la Argentina existen 3.253.000 de adolescentes de 15 a 19 años y 3.174.000 de jóvenes adultos de 20 a 24 años: en total, unos 6.427.000 de chicos que representan al 20% de la población total. De esos seis millones de adolescentes y jóvenes adultos, dos de cada diez no tiene ganas de nada. “Si uno antes se esforzaba, lograba estudiar y trabajar, el progreso no tenía límites. En cambio, ahora, los chicos observan que los padres o los abuelos trabajan o se esfuerzan mucho pero no ven ningún progreso”, dice Mariel Romero.

El 80% de estos jóvenes sin proyectos ni ilusiones vive en hogares pobres. Sólo el 8% de los ni-ni tienen un mejor pasar económico. Para todos, en definitiva, el progreso no existe: tienen una gran apatía, una grave crisis de participación, no creen en instituciones como la escuela o los sindicatos. En el 40 y el 50 % de esos chicos, el abandono escolar hace estragos. Ése es el primer paso –reconocen– para quedar afuera de todo. Una vez que dejan la escuela y salen a buscar trabajo, se encuentran con una realidad cruda: el 25 % no tiene empleo y la precariedad laboral de los puestos de trabajo a los que tienen acceso trepa al 62,2 %, cuando el índice para la población general es del 40 %. “Estos chicos no se interesan por nada: hay abandono a priori de la ciudadanía. No les interesa opinar ni votar, no quieren hablar de política, existe una profunda desafiliación y se caen, de ese modo, las redes de sociabilidad. Hasta el progreso se da como una forma individual. Niegan la eficacia de la acción colectiva”, dice Pérez Sost.

Entre las mujeres –que son siete de cada diez de ese segmento– el problema no es la apatía, sino otro: abandonan la escuela o dejan de buscar trabajo cuando quedan embarazadas o tienen que cuidar a sus hermanos más chicos.

“Existe una tendencia que marca que hay chicos que estén en un estado de adormecimiento. En las mujeres se ve un poco más la fantasía de la Bella Durmiente, donde alguien aparentemente las va a despertar en algún momento para llevarlas a un mundo distinto, en el que todo está solucionado. Estos estados mentales tienen relación con una falla de continencia durante el proceso adolescente por parte de la familia, y ésta, a su vez, no es contenida por la sociedad. El chico cae en una suerte de vacío de referentes. Puede reaccionar de distintas maneras, que van desde el chico un poco haragán hasta el que muestra una depresión profunda o también algunos que caen en psicopatologías muy severas como la psicosis, falta de inserción, adicción o la delincuencia. Un chico que no estudia ni trabaja puede ser alguien que está sufriendo mucho a pesar de la aparente pasividad.

La incertidumbre, la apatía y la desilusión son moneda corriente entre estos jóvenes. Sin embargo, la psicóloga Ungar opina que la situación se puede revertir: “No tengo una visión tan pesimista. Si estos chicos son escuchados, con ayuda terapéutica y un trabajo interdisciplinario, pueden arrancar”.

Esto lo charlamos en nuestro programa de radio el sabado pasado... Para pensarlo...
"Correntinos bien cristianos y qué!"·

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